Discurso del Decano de la RACV en el acto de investidura de Vargas Llosa como Académico de Honor

Data: 
14/06/2022

 

Por su interés, publicamos el texto completo del discurso de presentación que el Decano de la RACV, el Exmo. Sr. D. José Luis Manglano de Mas, pronunció en el acto de investidura del Exmo. Sr. D. Mario Vargas Llosa como Académico de Honor de la institución, el pasado dia 7 de junio en la Casa de Valencia en Madrid.

El texto completo puede descargarse también en pdf a través del enlace situado al final.

INVESTIDURA DE ACADÉMICO DE HONOR

DEL EXMO. SR. D. MARIO VARGAS LLOSA

PREMIO NOBEL DE LITERATURA

CASA DE VALENCIA EN MADRID

7 DE JUNIO DE 2022

Exmo. Sr. D. Mario Vargas Llosa:

Es un gran honor para la Real Acadèmia de Cultura Valenciana y para mí que la que represento, investirle hoy como Académico de Honor.

Hace pocos días, conmemorábamos en el salón del Consulado del Mar de la Lonja, el centenario del homenaje tributado por toda Valencia al ilustre escritor valenciano Vicente Blasco Ibañez el 16 de mayo de 1921 y en el que fue investido Académico de Honor por nuestra Institución.

Otros ilustres valencianos como su eminencia el actual cardenal arzobispo de Valencia Rdo. Antonio Cañizares Llovera, Eduardo Primo Yúfera, catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia y Presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Julián San Valero Aparisi, catedrático de la Universidad de Valencia, músicos como Joaquín Rodrigo o García Asensio, pintores y escultores también son o han sido entre otros, 0académicos de honor de nuestra Institución.

Exmo. Sr., no trataré de relatar sus innumerables premios y distinciones por sobradamente conocidos y por estricta economía de tiempo, pero quiero dejar constancia de los lazos intensos que nos unen a lo largo de la historia de Iberoamérica, de España y del Reino de Valencia.

Es un claro y constante mensaje de la Corona, se ha venido reivindicando el hermanamiento de España con Iberoamérica, siendo el español y el Instituto Cervantes su principal  nexo de unión, y subrayando el compromiso real con esta institución tan ligada a la España democrática : una España joven, emprendedora, identificada con los mejores valores y con la diversidad; una España abierta y sólidamente hermanada al otro lado del Atlántico.

Enseñar el español es mucho más que enseñar una sintaxis y un diccionario. Es enseñar el conjunto de valores que en él se expresan; los valores que nos unen en una diversidad cultural que habla español y que podemos apellidar con orgullo como universal.

Nadie mejor que nuestro Premio Nobel de Literatura encarna a la perfección esa proyección del español en toda su obra. Una obra y una vida cuyo mayor sentido es y ha sido siempre la libertad.

Vargas Llosa es el gran escritor moderno que entiende la novela como instrumento que sobrepasa lo puramente estético. Es el representante actual de una larga tradición de intelectuales que no han renunciado nunca al debate y al pensamiento. Por esto mismo, ningún tiempo, por difícil y áspero que sea, le es ajeno.

Mientras el derribo de estatuas, la manipulación de la historia y la imposición de identidades por encima del debate común, son numerosas tanto en América como en España, la escritura de Mario Vargas Llosa permanece vigente y vigorosa.

Precisamente, nuestro histórico Reino de Valencia viene sufriendo los continuos ataques de un pancatalanismo expansionista, insolidario y supremacista que, deformando la realidad histórica, pretende erigirse en la cuna de unos inexistentes países catalanes donde pretenden incorporarnos.

Como ya advirtió en su momento Albert Einstein y en más de una ocasión también ha manifestado nuestro académico de honor, toda forma de nacionalismo es un retroceso en el campo de las libertades democráticas.

Nos podríamos preguntar cuál ha sido la aportación de Valencia a la empresa americana. Si nos referimos al Reino de Valencia como Estado de la Corona de Aragón, la respuesta ha de ser negativa ya que la bula expedida el 4 de mayo de 1493 por el Pontífice Alejandro VI, valenciano, setabense de nacimiento, incorporó las “Indias Occidentales, Islas y Tierra firme del Mar Océano” a la Corona de Castilla, y por tanto quedaron excluidos de la empresa americana los Estados de la Corona de Aragón en cuanto tales. Pero ello no significó que los “súbditos” de aquellos Estados no pudieran participar en la exploración y conquista de América.

El Reino de Valencia no participó como tal en el descubrimiento, conquista y colonización de las tierras americanas, pero sí intervinieron en la empresa algunos valencianos, no muy numerosos pero muy significativos en sus actuaciones.

Voy a limitarme brevemente al recuerdo de tres valencianos. Uno, Luis de Santángel, cuya intervención fue decisiva en el arranque de la empresa ultramarina; otro Juan Bautista Muñoz y Ferrándiz fundador del Archivo General de Indias, institución fundamental para el estudio de la obra colonizadora de España. Y por último, Jorge Juan y Santacilia eminente marino, humanista, ingeniero naval y científico español que midió la longitud del meridiano terrestre en Ecuador durante la misión geodésica francesa demostrando que la Tierra está achatada en los polos.

Luis de Santángel, ”escrivà de ració” de Fernando el Católico, nacido en Vilamarchant, pueblo ribereño del río Turia, situado a unos 30 Km de la ciudad de Valencia, pertenecía a una familia  de judíos conversos procedente de Calatayud.

Funcionario de la Corte desde 1.491, acompañó a los Reyes Católicos en sus desplazamientos y tuvo ocasión de tratar a cuantos acudían en busca de protección o algún favor real; uno de ellos fue Cristóbal Colón. A Santángel se debe que fuese llamado otra vez Colón a la Corte después de haber sido desatendido inicialmente en sus pretensiones, así como el feliz resultado del Convenio de Santa Fe entre los Reyes Católicos y el Almirante a finales de enero de 1.492.

En su “Crónica de Valencia”, Martín de Viciana cuenta aquellas entrevistas y cómo Santángel sintiendo la necesidad que los Reyes tenían de dinero, prometió servirles prestándoles dieciséis mil ducados. Las joyas de la Reina Doña Isabel no fueron empeñadas para financiar el primer viaje de Colón, por la sencilla razón de que ya lo habían sido anteriormente para rescatar la ciudad de Baza, y se hallaban en Valencia y Barcelona respondiendo de las cantidades prestadas.

En palabras de Viciana, Luis de Santángel “fue muy privado de los Reyes y el que dio causa y orden del primer viaje de Cristóbal Colón en las Indias”. Así la perspicacia de un valenciano fue pieza esencial de la empresa americana,

Juan Bautista Muñoz y Ferrándiz, valenciano nacido el 17 de junio de 1745 en Museros, pueblo situado a unos 20 Km de la ciudad de Valencia, se educó bajo la influencia de un tío materno, dominico del convento del Pilar, y posteriormente en la Universidad de Valencia completó su formación de carácter humanístico y filosófico con marcada tendencia antiescolástica. En 1.765 ya era doctor en Teología y en 1.769 desempeñó una cátedra de filosofía con orientación ecléctica.

Un año después, Carlos III lo nombraba cosmógrafo mayor de Indias por indicación de dos valencianos, Blasco y Pérez Bayer que a la sazón desempeñaban los cargos de preceptores de los infantes.

A esa influencia se debe también el encargo, recibido en 1.779, de escribir una Historia de las Indias que sirviese de réplica a la recientemente  publicada Historia de América de Robertson, rector de Edimburgo y cuya traducción al español preparaba por entonces la Real Academia de la Historia. Para deshacer sus inexactitudes hispanófonas, quiso Carlos III que se redactase una versión española de nuestra historia ultramarina y consideró oportuno confiarla a don Juan Bautista Muñoz y Ferrándiz.

Inmediatamente comienza su itinerario investigador; el primer año hasta el verano de 1.780, estudiando los fondos del Consejo de Indias y posteriormente comienza su larga etapa en Salamanca hasta fines de 1.783 viajando a Palencia, Tolosa, San Sebastián y Bilbao, par recoger con la ayuda de un excelente equipo de escribientes, cuantos datos de archivos estuviesen relacionados con la historia de América. La famosa “Colección Muñoz” de la Real Academia de la Historia constituye el resultado documental de aquel inteligente y fecundo trabajo del erudito valenciano.

En septiembre de 1.783 prepara su viaje a Andalucía y camino de Sevilla sigue visitando archivos y bibliotecas y ya en la ciudad del Betis, estudia los fondos de la Colombina y de la Casa de Contratación, viaja a Granada y Málaga y recibe de Madrid la orden de creación de un Archivo General de Indias.

Lo realmente importante es recordar que Juan Bautista Muñoz y Ferrándiz, fue pieza decisiva para el estudio de la Historia de América. El Archivo de Indias y la Colección Muñoz son perenne testimonio de que si un valenciano, Luis de Santángel, influyó notoriamente en el comienzo de la empresa americana, otro valenciano ilustre ha contribuido de modo fundamental al conocimiento de la Historia de España en ultramar.

El tercer ejemplo de la participación valenciana en la aventura americana es Jorge Juan y Santacilia, nacido el 5 de enero de 1.713 en una finca familiar llamada “el fondonet” en el término municipal de Novelda, hoy provincia de Alicante. Fue bautizado en la iglesia parroquial dedicada a la Virgen de las Nieves en Monforte del Cid donde puede verse en su fachada principal una placa conmemorativa del evento.

Huérfano de padre y madre a los 3 años le amparó su tío carnal Fray Cipriano Juan y Canicia de la Orden de San Juan de Jerusalén, estudió en el colegio de los jesuitas de Alicante y posteriormente ingresó en la Orden de San Juan. Pasó 2 años y medio en la isla de Malta, volviendo a España en 1.729 ingresando en la Real Academia de Guardiamarinas de Cádiz en 1.730 tras 6 meses de espera asistiendo como oyente. Pronto adquirió fama de alumno aventajado, siendo conocido por sus compañeros con el sobrenombre de Euclides. Las avanzadas teorías de Newton eran conocidas y estudiadas en dicha real academia de la que saldrían técnicos muy cualificados para la Armada. Cádiz era entonces una puerta abierta a la Europa ilustrada, a las corrientes enciclopedistas y al comercio con América en una España dieciochesca que se resistía al avance de las nuevas ideas.

Todo esto debió de influir en la formación del joven Jorge Juan que en 1.734, con 21 años de edad, finaliza sus estudios de guardiamarina, tras haber navegado durante tres años por el mar Mediterráneo, participando en numerosas expediciones, bien para castigar a los piratas o en la campaña de Orán, o en la escuadra que acompañó a Nápoles para sentar en el trono al infante don Carlos, que más tarde sería Carlos III de España.

El 28 de marzo de 1.734 el embajador francés presentó al ministro Patiño un memorial en el que señalaba que el descubrimiento de un error en la medida de los grados de longitud sobre el paralelo de París, hacía necesario realizar debajo del mismo ecuador, algunas observaciones astronómicas y medir algunos grados tanto de longitud como de latitud. El Consejo de Indias elevó la propuesta al Rey que la aprobó.

Se nombró a dos guardiamarinas, Jorge Juan y Antonio de Ulloa que fueron ascendidos a tenientes de navío el 3 de agosto de 1.735. La expedición francesa la componían los académicos Louis Godin, Pierre Bouguer y Charles de la Condamine.

El 26 de mayo de 1.735 zarparon de Cádiz rumbo a Cartagena de Indias, los navíos “Conquistador e Incendio” en los que embarcaron también el nuevo Virrey del Perú, marqués de Villagarcía y el obispo de Popayán. En el tiempo que estuvieron allí nuestros marinos una escuadra inglesa al mando del almirante Anson, consiguió introducirse en el Pacífico e inquietar a las ciudades costeras españolas, conquistando y saqueando algunas de ellas. A causa de esta incursión, tuvieron que abandonar varias veces sus trabajos y observaciones llamados urgentemente por el virrey.

En aquellos tiempos el Virreinato del Perú con Lima como capital creado en1.542 comprendía Colombia, Ecuador, Venezuela y Perú. Por fin en 1.746 regresaron a España, donde al principio no les hicieron caso hasta que Jorge Juan consiguió ser presentado al nuevo ministro, el marqués de la Ensenada, que reconoció la importancia de sus servicios y ordenó que se publicaran los resultados de sus trabajos con magnificencia verdaderamente real.

En la actualidad el Instituto Politécnico del Ejército francés, repasó las mediciones con los medios más modernos y certificó que la mejor de todas ellas y la que más se acercaba a la real era la que efectuó Jorge Juan.

Como señaló hace poco Vernet, en su Historia de la Ciencia Española (1.975), Jorge Juan fue el primero que utilizó el cálculo infinitesimal en sus observaciones.

Concluyendo podemos decir que los trabajos y escritos de Jorge Juan, astrónomo, matemático y marino español, conocido como “el sabio español”, caballero de honor y devoción de la real y soberana Orden de Malta, Comendador de Aliaga, supusieron la incorporación de España a la ciencia moderna e influyeron poderosamente en la astronomía española.

Su manuscrito dedicado a las “Observaciones Astronómicas y Físicas” tuvo que pasar diferentes censuras, como era de rigor en aquella época. El principal contratiempo fue el reparo del inquisidor general a que se mencionara favorablemente el sistema de Copérnico con gran disgusto del propio Jorge Juan.

Jorge Juan murió el 21 de junio de 1.773 a los sesenta años de edad y sus restos descansan en el Panteón de marinos ilustres de San Fernando (Cádiz).

No es posible terminar sin referirme al “Tirant lo Blanch”. Escrita según su mismo autor afirma “en vulgar lengua valenciana” y exaltado su valor literario por Miguel de Cervantes en su inmortal Quijote, ha supuesto para nuestro académico de honor una relación, según sus propias palabras ininterrumpida, apasionada y apasionante durante más de treinta años.

Hace pocos días, celebramos una feria del libro en nuestra sede para dar a conocer algunos de los fondos que componen los más de veinticinco mil volúmenes de nuestra biblioteca, y la clausuramos con una lectura continuada a lo largo de la tarde de la famosísima novela de Joanot Martorell que fue un verdadero placer escuchar en su vernácula lengua valenciana.

Nadie mejor para hablar del Tirant lo Blanch que Vargas Llosa cuando nos dice que “el Tirant no es una curiosidad arqueológica sino una ficción moderna con la que Martorell pretende crear una realidad total. Es una novela de caballerías pero distinta poque es menos inverosímil que las demás. No es una novela histórica, sino más bien una novela militar y al mismo tiempo costumbrista, psicológica y social”.

Al mismo tiempo que la narración de hechos fantásticos y novelescos, es también la expresión de hechos reales; fantasía y realidad fáctica que van, a su vez, acompañadas de personajes mitad reales, mitad legendarios.

Esta expresión de la realidad viviente del momento queda asimismo resaltada en una de las facetas contenidas en el Tirant lo Blanch, como son la serie de cartas y documentos presentes a lo largo de la novela. Repartidos entre los 487 capítulos de la obra, se contabilizan hasta un total de 39 documentos. Sólo me referiré al “Testamento” en el moderno sentido de las últimas voluntades y se recogen dos disposiciones testamentarias, la de Tirant cuando ve llegada la última hora y la de la princesa Carmesina desesperada ante la muerte del caballero y la precaria situación de su propio padre. En el capítulo 470 se recoge la recomendación de Tirant cuando ve llegada la hora de su muerte y escribe a su princesa “un breu de comiat” por el que le recomienda a sus parientes y servidores para después de su muerte.

El 24 de marzo de 1.994 fue elegido académico de la RAE D. Mario Vargas Llosa y tomaba posesión el 15 de enero de 1.996, pronunciando su discurso de ingreso titulado “Las discretas ficciones de Azorín”.

En este evento encontramos un lazo profundo que une todavía más a Vargas Llosa con un valenciano ilustre, académico de la RAE desde 1.924.En su disertación comentando de forma exquisita la novela de Azorín “La ruta de Don Quijote”, escrita en 1.905 que consta de 16 crónicas en su recorrido por Argamasilla, Ruidera, Montesinos, El Toboso y Puerto Lápice, nos va dejando sus relatos, a menudo autobiográficos, donde lo esencial es el ambiente, los tipos y el paisaje, descritos con todo detalle típico de Azorín.

José Martinez Ruiz nació en Monòver (Alicante) el 8 de junio 1.873 y estudió en el colegio San Antonio de los escolapios en Yecla (Murcia) y posteriormente en las universidades de Valencia y Salamanca. Su padre fue un abogado yeclano con despacho en Monóvar y su madre era natural de Petrer, distante unos 10 kilómetros de Monóvar.

Azorín, que fue el seudónimo más usado por José Martinez Ruiz, aunque no el único, significa “azor”, un ave fina e inquisitiva que representa el silencio frente al Valle Inclán teatral y al Unamuno vociferante. Azorín fue un gran escritor español perteneciente a la generación del 98, que cultivó diversos géneros literarios: la novela, el ensayo, la crónica periodística y la crítica literaria y en menor medida, el teatro.

En 1924 fue elegido académico de la RAE, ingresando el 26 de octubre del mismo año con su discurso titulado “Una hora de España (Entre 1.560 y 1.590) en la que, a través de una serie de estampas de evocación histórica, paisajista y vital impregnadas de la meditación sobre el tiempo característica del autor, nos trasladan a los tiempos de Felipe II, asistiendo a una ensoñación cordial de la España pretérita y eterna. “Una hora de España” es uno de los más bellos libros de Azorín. Es Azorín en estado puro.

Hombre de semblante serio pero de una sensibilidad literaria exquisita es el maestro de la descripción a través de frases cortas pero elocuentes. Hijo ilustre de Monóvar, adoptivo de Valencia y también de Alicante en 1.963, como político ocupó en cinco ocasiones escaño de diputado a Cortes durante la restauración, falleciendo en Madrid el 2 de marzo de 1.967 a los 93 años.

Con todo lo dicho brevemente en este escrito, he querido no sólo rendir un merecido homenaje al Exmo. Sr. D. Mario Vargas Llosa sino también señalar la participación de ilustres valencianos en la empresa americana y la dedicación y el afecto de nuestro académico de honor por los autores valencianos y sus obras literarias a lo largo de nuestra historia tantas veces compartida en ambos lados del Mar Océano.